El Zorro en la fiesta nocturna
El
Zorro se hacía ilusiones de ir a una fiesta nocturna. Desde lejos había
observado muy bien uno de estos acontecimientos, que los humanos realizaban en
las noches en la cima de una colina.
—En
las fiestas nocturnas se divierten mucho. Es muy lindo, hasta las jóvenes que
bailan son muy hermosas. A mí qué me van a permitir que participe en sus
fiestas— cuentan que meditaba el Zorro.
—¿Cómo
podré asistir a una de esas fiestas? Ay, si pudiera bailar con esas jóvenes tan
lindas… ¡Ah! ¡Ya se!— había meditado, en ese instante le vino a la mente una
idea astuta.
Cuentan
que el Zorro se vistió con prendas prestadas de los humanos, para lucir como un
joven muy elegante. Y así había ido a esa fiesta. Esa noche los fiesteros
nocturnos bailaban con el entusiasmo de siempre. Los jóvenes tocaban un
instrumento de viento y golpeaban los tambores dando vueltas y vueltas.
En
medio de la fiesta, había llegado el Zorro, convertido en un elegante joven,
con nariz filosa, ojos claros, poncho de color beige, gorro, sombrero y con una
hermosa chalina de vicuña envuelto al cuello. El Zorro se había disfrazado de
un joven muy rico para ir a la fiesta.
Las demás
jóvenes, admiradas por el desconocido, dicen que hicieron bailar con mucha
atención al nuevo participante. Y antes de que amaneciera, el dicho joven solía
irse sin que nadie lo notara. Cada noche se repetía la participación del joven
incógnito. Una noche, las jóvenes, al ver entrar al joven desconocido, se
habían propuesto dar un trato especial, apenas entró se alistaron para sacarlo
a bailar una tras otra por turno.
—Esta
noche no vamos a dejar escapar a aquel joven— se decían entre sí las jóvenes.
Así toda la noche la habían vigilado al joven desconocido, haciéndola bailar y
emborrachar. En la madrugada, el anónimo fiestero se dio cuenta de que ya debía
huir. En su desesperación, empezó a cantar su despedida a las jóvenes:
—Suéltenme,
suéltenme, hermanitas,
Suéltame,
suéltame, hermanitas.
Ya
va amanecer, hermanitas.
El
sol me va a ver, hermanitas—.
Al
oír ese canto extraño, las jóvenes gustaron y se rieron aún más. El extraño
joven había rogado en vano. A las jóvenes les había gustado su canción. Y
nuevamente, les canto el huayño, suplicándoles una y otra vez que le dejaran
ir.
—Suéltame,
suéltame, hermanitas.
Óiganme
pues lindas hermanitas.
Ya
va amanecer, hermanitas.
Si
no me dejan, entonces tendré Que decirles ¡Cam! ¡Cam! hermanitas.
Al
oír el canto las jóvenes gozaron y rieron a gusto. Tomando con fuerza las manos
del joven cantor, siguieron bailando. Ya había amanecido y el joven,
convirtiéndose en un zorro, las había mordido.
—¡Cam!
¡Cam!— Según dicen, ladró y mordió a las jóvenes. Y luego, con su forma real de
zorro, se había internado rápidamente en una chacra de cebada.
—
¡Es realmente un zorro!
—
¡Sí nada menos, que un zorro!
Estupefactas
las jóvenes fueron a alarmar a los músicos sobre lo sucedido. El Zorro, aún
borracho y asustado, se revolcaba en el cebadal. Lo encontraron y lo apalearon,
para que nunca más se atreviera a bailar en las fiestas nocturnas de los
humanos.
A
veces es mejor no ir donde no estamos invitados.
Nunca
es bueno atrasarse, más bien es bueno adelantarse.
(Contaron:
Tomasa Huanca y Victoria Poma Huanca. 1987. Grabación, transcripción y
recopilación FLP)
BIBLIOGRAFIA
LAYME, Felix
2013, FABULAS
AYMARAS. Kamachi pirwa jakhu. La Paz-Bolivia
No hay comentarios:
Publicar un comentario