EL CASTIGO DE LA DIOSA THUNUPA
El castigo de la Diosa Thunupa
Por: Trifón Choque Jiménez
Sol radiante, en el medio del desierto del altiplano vivía un pueblo
llamado Tusqui chilalo, sus pobladores aymaras descendientes de culturas
milenarias Uru killas estaban muriendo de hambre a consecuencia de las
sequías y la falta de lluvias.
Al conocer la desgracia por la
que atravesaba este pueblo, la Diosa Thunupa se apiada enviándole a su
hijo Atoj Kamake para que llevara algunos avíos y semillas de quinua que
era alimento de los dioses. El camino era largo y lleno de peligros.
Sin embargo a pesar de ello la Diosa Thunupa decide enviar a su hijo más
querido.
El joven Kamake, al inicio se rehúsa al viaje.
Presiente la dificultad del viaje. Thunupa su madre logra convencerle.
Ya que el ruego de ese pueblo era por demás conmovedor.
El viaje,
como era de esperar, tiene muchos problemas pues no era fácil bajar
desde las alturas donde vivía la Diosa Thunupa, nubes, tormentas y
huracanes separaban hasta llegar a la tierra donde el pueblo hambriento
esperaba con ansiedad la benevolencia de la Diosa que les enviaba el
sagrado alimento de los dioses. El grano era demasiado pequeño a la
vista de los mortales chilalos y el joven Atoj Kamake también tenía la
tarea de enseñarles a sembrar.
En el transcurso del viaje el
joven Kamake es atacado furibundamente por otros seres que habitaban el
espacio que separaba la morada de Thunupa y la tierra. Eran animales
alados y con picos afilados llamados kunturis, mamanis, alcones y loros.
Intentan quitarle la preciada quinua y otros alimentos que llevaba el
joven Kamake ya que también había escasez de alimentos para estos seres.
La
pelea es cruel y encarnizada, y rendido de luchar con los eventuales
enemigos alados y picudos, el joven Kamake es vencido y cae en picada
hasta la tierra. La poca semilla que logró proteger y salvar engullendo
en su
estómago se desparrama en toda la planicie del desierto del altiplano, en la tierra de los hambrientos aymaras chilalos.
La
diosa Thunupa, madre de Kamake, llora desconsolada al conocer la
pérdida de su hijo más querido. Sus lágrimas son las primeras lluvias
que Thunupa envía desde las nubes, y a causa de estas lágrimas emerge
como por milagro de entre las arenas secas la planta de la quinua
venciendo todos los obstáculos del medio ambiente seco, frígido y sol
caliente del desierto salino. El pueblo se salva de morir de hambre.
Thunupa,
recomienda al pueblo de chilalo, cuidar la semilla, cuidar la preciosa
planta llamada quinua, que siendo tan pequeña y frágil, sería el único
alimento que salvaría al pueblo. De lo contrario les llegaría un castigo
mayor que el hambre causándoles enemistades entre los hombres y sería
el acabose del desierto y sus poblados.
Al inicio el pueblo cuidó
cariñosamente por muchos años a la quinua, la planta sagrada de los
dioses florecía en mil colores y sabores tal como les había recomendado
la diosa Thunupa.
Pero llegó un día un hombre extraño, un gringo
harapiento que vagaba perdido en el altiplano y casi muerto de hambre
es recogido por los pobladores del desierto salino. Los chilalos le
dieron de comer y le cuidaron salvándole de la muerte. Una vez
recuperado el gringo les habló en su idioma coloquial, -Amiguitos, ¿qué
era la comida que me dieron?
A la cual los inocentes chilalos
respondieron -que se llamaba "quinua". Sorprendido por tan delicioso y
reconfortante alimento, - el gringo les propone- ¿Por qué no venden este
productow, pueden hacer mucha plata? Estow es thinerow, hay que vender
al exterior, si quieren yo les comprow. Afuera los mercados les van a
pagar en dólares, en money y ustedes van a ser ricos, tan ricos que no
necesitarán más comer de esta planta.
Inmediatamente, los
chilalos, le nombraron su representante al gringo andrajoso. Y
comenzaron a sembrar como locos metiendo maquinarias a la madre tierra,
destruyendo para siempre a la frágil tierra que les daba de comer. Así
comenzó la desgracia de ese pueblo, hoy en día los habitantes chilalos
de Tusqui, Coroma, Salinas, Rodeo se enfrentan a diario a palos y
piedras por vender la quinua.
Y el espíritu del desafortunado
Atoj Kamake aún vaga por los cerros y las planicies del altiplano y
ronda el pueblo aymara de Tusqui, Salinas contemplándoles con tristeza.
Sus lamentos, aullidos parecen presagiar tiempos difíciles para aquel
pueblo que no supo cuidar el regalo de la diosa Thunupa que sacrificó a
su hijo más amado para salvarles de morir de hambre.
Muy Interesante la historia del "atoj Kamake"... esos arapientos donde no van a meterse......
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